Sobre la cultura que consumimos

La Orquesta Roja, de Salvador Dalí

No he realizado estudios sociológicos ni ninguna clase de experimento sobre la cultura de España y creo que tampoco hace falta llevarlos a cabo para darse cuenta de que tenemos un problema con el arte. Basta con contemplar por encima nuestro mercado del ocio, reflejo de las preferencias de entretenimiento de la población, y veremos cómo se erige el fútbol como el gran coloso, una desarrollada hostelería, los espectáculos taurinos como una tradición ancestral... Pero, ¿y las artes escénicas? Si eres un consumidor de conciertos, de teatro o de danza, en este país eres parte de la minoría. Bien es cierto que hay bastantes casos de compañías que se embolsan dinerales por conciertos repletos de público, o por musicales como El Rey León, pero aun así, seamos sinceros, ¿cuánto producto cultural de estas características consumimos?, son meras excepciones; ¿y las artes plásticas? por propia experiencia me atrevo a afirmar que ya no es que sea de minorías, sino que se llega a considerar como frikis a los cuatro gatos que las consumen con frecuencia; ¿y el cine? todos sabemos cómo está el panorama.

Tenemos unos pilares de entretenimiento fuertemente enraizados caracterizados, a mi juicio, por el bajo nivel cultural que se precisa para su consumo (aclaro que mi intención no es la de criticarlos, sino la de intentar ofrecer una visión objetiva). Ahora es cuando me viene a la cabeza lo que se suele decir de que al público se le educa en el colegio para disfrutar de un producto artístico. Se le educa no solo para crearle el hábito de asistir, sino sobre todo para enseñarle a apreciar aquello que sucede en una obra de teatro, en una pintura, o en una ópera. Es necesaria, entonces, una educación para la cultura.

Por otra parte, tenemos unas industrias culturales fuertemente conservadoras en lo que se refiere al marketing que usan, a la política empresarial y económica que aplican, etc. Desde tiempos inmemoriales la oferta cultural siempre ha ido dirigida a aquella minoría adinerada, para la gente con más nivel cultural... A día de hoy la estrategia no parece haber cambiado demasiado, sencillamente nos plantean la situación de otra manera: todas estas industrias, sobre todo las ya consolidadas, digamos que han cambiado de la actitud elitista a la proteccionista alegando que el consumo del gran público (sí, ese público que en su mayoría no tiene hábitos culturales) es escaso. Esta nueva actitud, aparentemente diferente a la anterior, dirige al mismo fin: al encarecimiento del consumo. Intereses, todo intereses.

Si ya hay poca tradición cultural en España de por sí, imaginaros cuánta más va a haber si nos encontramos con unos precios desorbitados, y más aún en la época que estamos viviendo a día de hoy. Se debería fomentar un hábito de cultura y ésta debería estar accesible para todos, porque la cultura es una de esas pocas cosas que diferencia al hombre del resto de los animales.

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